Por Patricio Jara Tomckowiack
Arquitecto
Saudade, como tantos otros tesoros culturales no tan
conocidos, es una palabra del portugués que carece de traducción literal. Más
bien se refiere a un sentimiento parecido a la nostalgia, a la ausencia, a algo
que hace falta, pero no es eso.
Se dice de saudade (pronúnciese saudayi) que es una palabra blanca y de perfiles ambiguos. Es no
querer saber de un viejo amor, pero querer al mismo tiempo. Es eso que se
siente de una visita a los Ojos del Caburgua un verano de juventud, de la
caleta de Mehuin en la infancia, del amigo que se fue lejos o de nosotros mismos
cuando el tiempo pasa y no perdona.
Saudade me provoca un Cuartel de Bomberos en Sao Paulo cuya
cubierta es una multicancha, pero una muy bien puesta, no como un sombrero que
queda chico, sino perfecta como el propio cabello del edificio. Así nomás, sin
más preámbulos, fachadas, ocultismos, camuflajes ni mentiras: un espacio para
el deporte, el ocio y la entretención para quienes tienen ventanas de tiempo entre
tragedia y tragedia.
En casos donde la belleza se hace tan evidente y la falsa
arquitectura de los decorados pasa por fin al olvido poco se puede comentar y uno
solo debe rendirse a contemplarla,
porque, como dicen por ahí, la verdad es belleza. Y el caso del pequeño Cuartel
de la rua da Consolcao de Sao Paulo, que es un altar para la profesión
bomberil, el deporte y la forma de vida del brasileiro, es una de las verdades
más sensatas y bellas que uno puede ver. Esta felicidad en la simpleza y este sin
rodeos lo hacen sentir a uno saudade de Brasil.