Por Patricio Jara Tomckowiack
Arquitecto
Hay caminos que se eligen y otros nuevos que lo eligen a
uno. Para llegar de “A” a “B” hay siempre más de una alternativa: a) el camino
directo, ese viejo conocido que usamos para hacer trámites, para casi no
salir de casa, para casi ser invisibles uno y el paisaje; b) el camino largo, ese
recorrido para perderse dilatando las llegadas o los regresos, para caminar en actitud
de paseo y despreocupación, pero que a veces por exceso de entusiasmo y
condimento se vuelve incomible y terminamos todos sopeados; y, c) el camino
nuevo, ese que es puro regalo ante la ausencia de expectativa del que viaja,
ese recomendable romántica y místicamente, el de los aventureros, dicen. ¿Y cómo saber
cuál elegir? Da igual, nos toca transitarlos todos, a cada uno su momento, a
cada destino su proceso o camino.