Por Patricio Jara Tomckowiack
Arquitecto
La estación
Consolação del metro de Sao Paulo, en Brasil, puede llegar a provocarle a uno
cierto placer y rechazo simultáneo cuando se es provinciano. Esta
soterrada dualidad aflora en su polo negativo al descender los tres o cuatro
pisos que separan la zona de embarque y desembarque de la superficie. Una vez abajo, se precisa recorrer unos diez minutos de interminables escaleras
y cintas mecánicas en distintos niveles de altura y velocidad en una suerte de
carretera humana que lo conducen a uno, finalmente, al andén donde hacer un simple trasbordo
con la Estación Paulista.
La vida en
esta ciudad subterránea transcurre bajo cientos de rascacielos
y miles de brasileños -aunque sea difícil creerlo- de terno y corbata al más puro estilo
Wall Street. Allí, para reforzar la idea de que eres un ser alineado, en medio de la monotonía del recorrido adviertes que la única posibilidad de utilizar tus sentidos es seguir dos tubos gigantes de color naranja que cuelgan del
cielo llevando el aire necesario para la vida en ese lugar y que te
sirven de guía para seguir y seguir y seguir caminando sin desfallecer.
Pero viendo
el vaso medio lleno el simple hecho de saberse nadando por esas napas humanas con un alto porcentaje de certeza, en cuanto a tu orientación, por en una de las
estaciones más grandes y concurridas de la ciudad más grande de américa latina,
puede llegar a provocarle a uno cierto placer compensatorio que crece o decrece
en la medida si se es más o menos provinciano.
Esta placentera sensación puede acrecentarse hasta límites inimagibales en el fortuito caso que un turista
le pregunte a uno como llegar al Rodoviario, a lo cual, con falsa seguridad, uno deberá responder: que tomé en la estación Paulista la línea amarilla con dirección Luz, luego se
cambie a la línea azul con dirección Tucuruvi y finalmente se baje en estación Portuguesa-Tietê:
Oh, my God! Asi debe ser el paraiso, aunque dure
tan solo unos segundos y no te puedas quedar dándole la cátedra “conociendo Sao
Paulo en español”, porque la masa ya te arrebató al turista.
Quizá Temuco
no haya sido tan mala escuela para manejarse en el mundo y la diferencia de
recorridos y colores en los carteles de las micros 5 Pobl. Temuco y 5 Directo
Ufro o la 8A Las Quilas y la 8B Altamira hayan servido para formarlo a uno. La cosa es que Consolação es línea verde y Paulista amarelo, así de
simple, como cuando iba al centro a comprar polquitas (canicas) en la 8B porque
el pasaje a $30 pesos me parecía bastante barato y uno solo debía asegurarse de
tomar la micro del letrero amarillo con letras negras.
Los tubos de
ventilación de la estación Consolação son de color naranja y marcan el espacio
y el tiempo de permanencia en ese lugar de movimiento constante. Esa es la tercera pieza
del puzle, como cuando en Temuco la mamá dejaba al hijo en la micro y le
decía al chofer: “Me lo deja en la escuela Francia”, y le daba al pequeño un
beso anaranjado que lo inmovilizaba en el primer asiento con sus
patitas colgando unos zapatos recién lustrados y sin sacarse la mochila de la
espalda durante los quince minutos que duraba el viaje.