Por Patricio Jara Tomckowiack
Arquitecto
Como es
sabido no es muy buena práctica retirar personas ni objetos de una
fotografía, porque dejan en el recuerdo un vacío imposible de rellenar con camionadas
y metros cúbicos de otras cosas nuevas. Con el paisaje que había (o hay) entre
Temuco y Labranza alguien nos hizo una gracia de tamaño calibre, porque donde
antes se podían ver verdes praderas, alamedas, bosques de hualles y muy dignos galpones
de madera a punto de caer, hoy pareciera no haber más que letreros y vallas
carreteras.
Es realmente bueno
que hoy se pueda ir a Labranza en diez minutos por la nueva carretera, pero que
extraña es la sensación de no haber salido de Temuco tras finalizar esos 11
kilómetros, que, aunque insignificantes, motivaban a cualquiera a escuchar I Want To Break Free de Queen echadito para atrás y con el
brazo al viento.
Si el paisaje
siempre estuvo allí y es nuestro ¿por qué se lo llevaron? Voy hacia Labranza y no logro juntar siquiera un
escueto roble, que se deja entrever tras el ritmo regular de los letreros viales, con una casita blanca y una chacra que están del otro lado de la
carretera, bajo la pasarela metálica, y no puedo armar una hermosa vista que
invite a relajar nuestra mente, aunque le ponga todo el romanticismo del mundo
a la idea.
No sé de rentabilidad
social en las inversiones públicas pero supongo que quienes miramos el paisaje
también deberíamos aparecer en alguna fórmula de costos intangibles para
calcular esos asuntos. De no ser así ¡que alguien nos considere urgente, por
el amor de Dios! Porque he perdido hasta mi recuerdo de ese lugar que marcaba
el inicio de los paseos de infancia al Lago Budi. Las tachas
amarillas, las líneas segmentadas y las flechas de viraje en la carpeta gris de
hormigón no son suficientes formas y colores para hablar de un viaje.
Hace un
tiempo ya que más miedo a la soledad y no imponer en las AFP me está dando la
aparición de esos cartelitos que dicen: “Obras para una mejor calidad de
vida”, porque a causa de esa calidad de vida ya no se me aparecen huertas,
invernaderos ni una sola gallina que me sugiera vivir con mi mujer en una
parcelita y cosechar nuestros propios huevos azules, tomates y una que otra
lechuga.
Perseguir una
mejor calidad de vida y construir más carreteras es indudablemente bueno,
siempre y cuando no se lleven el paisaje, porque allí podemos soñar, lamentar
nuestros errores, existir prescindiendo de la tecnología, cambiar el chip para llegar a la casa desde la pega o, simplemente, tener donde perder la mirada y lanzar una
sonrisa para luego retomar la vida real, como cuando se mira una fotografía de
alguien que ya no está entre nosotros.
Tienes razón Patito....al principio justificaba la medida, respaldada en el sentimiento de pérdida de mi colega, su esposa y su hija que murieron antes de la creación de esa carretera....pero indudablemente que el deseo de crecer no se ha hecho sustentable, y menos, en armonía con el entorno; que es la base de cualquier empresa (ya sea privada o pública) que debe tener una responsabilidad política y social con la comunidad.
ResponderEliminarSaludos don Patexs