lunes, 27 de enero de 2014

Charlas TED, por un lado, dar crédito a tus ideas, por el otro




Por Patricio Jara Tomckowiack
@PatricioJaraTom

En un nuevo intento por pertenecer a la comunidad artístico-cultural de mi región asistí al ciclo de charlas TEDxUFRO que se realizó en el Centro Cultural de Lautaro. Esta versión trató sobre las industrias creativas. Pese a rozarme y darme codazos con varias figuras de la farándula creativa local, aunque sólo haya sido a la hora del cóctel, no logro considerarme parte de esta industria, pues ni siquiera soy capaz de llegar a fin de mes ejerciendo mi creativo oficio de arquitecto independiente. Y llegar a fin de mes es algo importante, si hablamos de estar en una industria.
TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño) es un ciclo de charlas cortas de 5, 10 y 18 minutos que nace en 1984 en California, EE.UU. (aunque ahora la franquicia está disponible para todo el mundo), y que se celebra todos los años bajo el lema: “Ideas worth spreading” o Ideas que vale la pena difundir. Allí son invitados a contar sus experiencias pensadores y emprendedores de nivel mundial, cuyas ideas han derivado en trabajos que han sido notables aportes para personas, comunidades y el mundo entero (Bill Gates, Bono, Frank Gehry, Bjarke Ingels de BIG Architects, etc.).
Algo que me parece muy interesante de este formato es que los conferencistas tienen un tiempo muy breve para motivar, hacer entender y dar cuenta al público de su genialidad, locura, inteligencia e influencia. Y todo esto como un golpe de corriente; rápido y directo. Al menos esa es mi experiencia en youtube.com.
En las charlas TEDxUFRO a las que asistí, cinco de los diez conferencistas conquistaron mi cerebro con sus historias. Lo cual es súper bueno considerando que mi objetivo central era darle duro al almuerzo gratis y nada más “sacar el rollo” de la onda TED. 
Próximamente estas charlas las podrás ver en YouTube.com. No obstante, aquí algunas de las cosas con las que me quedé: la reflexión de una bloguera sobre la relación entre las tetas –femeninas- y la comida; un chico fanático de los juegos de rol que aprendió el oficio de herrero por internet y hoy vive de hacer armamento medieval; un matemático que sin saber nada de música aprendió por casualidad a hacer instrumentos y luego de escuchar un concierto de Free Jazz, que lo consideró puro ruido, se convenció de que él también podía ser músico y hoy toca en la orquesta del Teatro de Temuco;  una artesana mapuche que sentía y escuchaba la greda antes de trabajarla, porque decía la clave de su arte no eran sus manos sino el material mismo, y; la ferviente convicción de un Gamer, no nerd, que planteaba que los e-sport (deportes electrónicos) serán los deportes del futuro.
Ahora ¿qué tengo que ver yo como arquitecto en todo esto? La respuesta que se viene a mi cabeza es una: las veces que no han pagado por mis ideas. Me ha pasado que he dado ideas creativas y muy útiles a clientes que las han ejecutado con éxito, pero no me han dado el trabajo ni me las han pagado. ¿Por qué? Por no haber descubierto que el oficio y el negocio del arquitecto está en sus ideas y no necesariamente en el desarrollo de obras o proyectos. Esto no quiere decir que uno no pueda colaborar gratuitamente con personas o instituciones, no. Pienso que si tienes cubiertas tus necesidades básicas: DEBES HACERLO, debes aportar y agradecer a tu comunidad.
Los arquitectos no hemos podido desmarcarnos del famoso “hacer un monito”. Te lo voy a explicar con dos casos que me han pasado y que también podrían ser aplicables a otros oficios vinculados con “las industrias creativas”.
Un cliente compra un estrecho terreno de 30x120 mts. aledaño al predio donde tenía la empresa que yo le había diseñado hace unos años. Urgente necesitaba construir un simple galpón. ¿Dónde lo hacemos?- me dice, mientras su maestro de cabecera, experto en estructuras metálicas, ya tenía y le picaba un chuzo en la mano. ¿Dónde hacer un galpón que a futuro no le interfiera para construir otros? -pensé con sentido de urgencia, porque ya conocía la falta de planificación y visión con que mi cliente hacía aparecer galpones como callampas. Le pedí un día y volví con un monito, un dibujo de intenciones. Le planteé que hiciéramos un pequeño loteo, es decir, que proyectáramos varios lotes para construir otros galpones a futuro, una circulación central y un borde libre para el cachureo, que siempre terminaba siendo algo parecido y útil como un galpón. De esa forma dividí en tres la lonja de terreno: una franja de 18 mt. para los galpones, una de 6 mt. para la circulación vehicular y otra igual para el cachureo. ¡Listo! Déjame desarrollar la estructura del primer galpón, o sea hacer los planos, y te traigo el presupuesto, le dije. Al par de días volví con un esbozo de planos y el presupuesto con los honorarios que me darían de comer el mes siguiente, pero me encontré con la calle demarcada y el primer galpón casi terminado… ¿para qué sirve un arquitecto?
Otro cliente compra un terreno de 10x40 mt. para construir el máximo de departamentos posible de arriendo para universitarios. Misma historia. Durante un par de días de cafés y cabeceo, dibujé un  departamento monoambiente tipo para dos personas de 4x4 mt. Por ende, en dos pisos cabían 20 de ellos y se dejaba una zona de circulación y estacionamientos en los 6 mt. restantes. A los pocos días vuelvo con el dibujo (monito) y mi presupuesto, que esta vez me daría de comer tres meses, pero luego de conversar la idea y darle un vistazo al dibujo, que aún no era un plano con todas las de la ley, mi cliente me pide un tiempo para obtener el crédito en el banco. Hace cuatro años que espero su llamada, no he querido insistir ni volver al lugar para evitar decepcionarme nuevamente.
En las charlas TED lo importante es la difusión de ideas que puedan motivar a otras personas. Y allí está el tema, en las ideas, ese es el negocio. Porque ellas han sido la génesis, el sustento y la motivación de todas esas experiencias que han mejorado la vida de personas, comunidades e incluso el mundo entero. Pienso en todas las ideas sueltas que hay en las escuelas de arquitectura, en las aulas de todas las carreras y cursos por más breves que sean, en las pausas de las fábricas o las oficinas, en las conversaciones de café y en los carretes, en las largas estancias en los baños, en los desvelos de domingo por la noche. Pienso en cuántos conferencistas TED se pierden cada día. 

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