jueves, 6 de febrero de 2014

El lugar del asado de cordero


Por Patricio Jara Tomckowiack
@PatricioJaraTom

En palabras de Mario Vargas Llosa, cuando en 1943 Neruda subió por primera vez las difíciles alturas de Machu Picchu al ver ese espectáculo de vértices y aristas su expresión habría sido: “que sitio para comer un cordero asado”.
Como pasa con muchos detalles insignificantes, pero que finalmente son los que nos construyen por dentro, dan gracia a los libros, al cine y a los pololeos adolescentes, por años ha dado vueltas esta expresión en mi cabeza. Encuentro notable la aparición de nuestro cordero asado allí, clavado como una bandera en esas cumbres de todos los pueblos. Y sobre todo viniendo de Neruda, pero no del Neruda poeta de Temuco, del artesano de la lluvia, sino de un señor que al mediodía comía un bistec a lo pobre y a las dos de la tarde almorzaba.
Este fin de semana sorpresivamente me encontré comiendo un asado de cordero en Coñaripe con mi familia y la compañía inesperada de la lluvia del verano, la magia del sur de Chile, dicen. Allí estuvimos ese grupo de caníbales que compartimos apellidos y sangre, desgarrando bronceadas piernas pasosas, sacando brillo a opacos huesos, adentrando nuestros colmillos en carnosas cavernas imposibles para la anatomía humana y peleando a muerte las costillas sin importar estuviera al frente tu abuela, tu madre o el tío que compró el cordero. Como en el amor y la guerra allí todo valía por unas costillitas.
Luego de haber comido y quedado bastante  satisfechos, vuelta a repasar las costillas una vez más por si los ojos y los dientes hubieran tenido un resto de piedad contra algún rincón del animal, por si el garrón de la abuela Elisa se había salvado esta vez, por si un beso tibio aparecía naufragando en ese delicioso mar de grasa y sal que cubre las flores de todos los platos.
Toda la vida tuvo sentido en esos veinte minutos que costaron tres horas de: el fuego está bajo, no dejes de darle vuelta, chambriemos más vinito, voy a la farmacia por más, dale un apurón que el cordero no se puede comer crudo sino patea.
Así fue la tarde de un domingo que podría haber sido uno más de insomnio, de caña, de televisión, de anticipar el lunes, de planchar camisas, de ir al super por algo dulce. Ese día fue especial porque fue la fiesta nacional que habíamos esperado todo el año. Ese domingo de verdad estuvimos vivos, mientras la lluvia pedía un lugar en la mesa tocando el zinc para entrar en nuestras propias alturas imposibles, en nuestro sencillo Machu Picchu hecho de restos de tablones que nos cobijó para para bailar, escuchar La Picarona de Lican-Ray, imitar a Luis Miguel y al regatón del El Big Boss. Allí en ese espacio que mira al fuego, en ese lugar de sombra y ropa seca donde se pone una mesita en la esquina para apoyar el vino y los cuchillos, y se disponen en círculo los asientos plásticos que compramos un domingo cualquiera en el viejo Sodimac de Caupolicán.
 Francamente no sé ni entiendo si existe una relación particular entre el asado de cordero y la arquitectura mágica de Machu Picchu como sugirió Neruda. Pero si sé que en Coñaripe, en ese sendero del guerreo mapuche, en esa falta de alturas de un radier mal afinado y un par de tablas recicladas nosotros también hicimos un poema y un canto.
Quizá lo del poeta no fue más que un simple chilenismo para expresar felicidad y regocijo. Quizá sí tenemos identidad y esa se nos sale de la boca como un garabato al clavarse un dedo cuando se nos presenta la vida y la obra del hombre en todo su esplendor.  

4 comentarios:

  1. me quedo con la notable frase, la cual, desde hoy formará parte de mis conversaciones...
    "...por si un beso tibio aparecía naufragando en ese delicioso mar de grasa y sal que cubre las flores de todos los platos."
    Gracias por alegrar mi tarde.

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  2. Que bueno Pablo que estas palabras sean una brisa suave que entre por la ventana de la oficina. Saludos

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  3. Hay que recurrir al viejo adagio que profesa que el maestro siempre será superado. Me gusta la cotidianeidad, la simpleza, me gusta la gente simple, porque yo soy más compleja!

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  4. Si Mari, pero "no te creas" (con tono mexicano), un asado de cordero se ve inocente pero es mucho más complejo, ja.
    Un abrazo.

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