¿Y si en vez de un tercer puente sobre el río Cautín construimos una pausa en el tiempo y el paisaje, algo así como un muelle donde mirarnos a los ojos y decir en silencio: te amo?
Un
puente es un lugar para sortear una barrera natural entre dos puntos, “A” y “B”
que se comunican a través de “C”. Pero contra toda lógica vial y tecnocrática
en la conurbación[1]
Temuco-Padre Las Casas el lugar requerido pareciera ser “C”. Sí, últimamente
locos, suicidas y enamorados (que son la misma especie) se han instalado y
reclamado a gritos, con lienzos y pancartas ese espacio de tránsito sobre el río, ese no-lugar, ese tramo de asfalto monofuncional donde uno (que es el
cuerdo) no advierte el paisaje, cambia la radio del auto o se aturde con el wassap, ese lugar entre dos territorios por
donde se debe ir para “hacer rápidamente” y volver para “no-hacer, por fin”.
Los
ciudadanos son la sangre y el motor de ese organismo vivo que es la ciudad, si
ellos carecen de lugares donde dejar fluir sus afectos y vivir la vida misma el
cuerpo se enferma y muere. Así, la ciudad no tiene mucho sentido, pues ella es el lugar
por excelencia para relacionarnos y estar con otros. Entonces ¿por qué no
hacemos más parques con plazas, anfiteatros y lagunas (Isla Cautín en Temuco y Parque Las Rocas en P.L.C.), donde colgar sin costo, sonoros y flameantes lienzos de los
labios de la persona que se ama?
La
gratuidad que ofrece el espacio público es fundamental para evitar llegar a
extremos como escribir y colgar un lienzo anunciando: Tatiana te amo (por eso
me mato). Pues el sueldo mínimo no da para hacerla sentir a ella la
princesa que es y llevarla a un hotel boutique de Pucón y a los lugares “más románticos” de avenida Alemania. El arquitecto Alejandro Aravena señala acertadamente
que la ciudad es una atajo para lograr la equidad social.
Entonces,
en el contexto de tercer puente ¿y si en vez de autos pensamos en los hombres
y mujeres de a pie, en los seres humanos que necesitan una infraestructura
básica que facilite echar a correr sus emociones a 120 km/h?
¿Y
si en vez de hacer cuatro pistas vehiculares en una ciudad tan pequeña como la
nuestra me dejan tal como estaba la banquita bajo los árboles del bandejón
central de avenida Francisco Salazar donde me juntaba con mi amigo del barrio
de enfrente a fumar un último cigarro y a especular quién podríamos ser hoy? O quizá,
¿si en vez de ponerme a correr por la autopista de avenida Javiera Carrera me
ponen a trotar allí para bajar la ponchera, como era antes, y recordar como era un avellano al lado de un abedul?
Si
un domingo agarramos a la vieja o al viejo y vamos a caminar por el barrio
donde nos criamos veremos lo cambiado que está, si aún existe.
Históricamente ésto ha sido así y lo será, pues las ciudades se van
construyendo por capas. Pasan los años, las generaciones y crece una nueva
ciudad, adecuada a las nuevas necesidades de los tiempos, sobre la tumba de la
ciudad donde viviste. Pero lo que nunca pasa es un loco anunciando su amor o
su arrepentimiento con un lienzo en un puente.
Quizá
más que un puente ultra moderno, atirantado y de alta velocidad sea más urgente
una infraestructura que haga la ciudad más simple, lenta y gentil, donde la
comodidad y la belleza del espacio público haga que nos fluya y cueste menos mirarnos
a los ojos y decirnos: te amo, me mato o cualquier cosa que deseemos o sintamos,
que a fin de cuentas es nuestra mejor obra posible.
[1]
Concepto del urbanismo que se refiere a dos ciudades crecen tanto que se llegan
a juntar (Concepción-Talcahuano, Viña del Mar-Valparaíso, La Serena-Coquimbo,
etc.).
http://www.soychile.cl/Temuco/Policial/2014/06/12/255282/Un-hombre-amenaza-con-lanzarse-desde-el-puente-ferroviario-del-rio-Cautin-en-Temuco.aspx
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