Por Patricio Jara Tomckowiack
Entre niños que juegan suspicaces con una pelota cuya cancha
va desde la fila de las cajas a la carnicería y la disimulada preocupación del
hombre del alto parlantes que no haya forma de hacer regresar al pasillo 17 al encargado
de librería, aparecen sorpresivamente y sin conexión una serie de rincones
o espacios residuales donde la vida profunda fluye y encuentra su lugar en los
supermercados.
Son lugares de importancia tangencial, lugarcitos apenas, o
quizá solo espacios de tiempo inmedibles que no puedes ver ni encontrar a
simple vista porque son ellos los que te encuentran a ti paveando entre los
quehaceres diarios, como lo hacen las burbujas de jabón cuando cruzas apurado la
Plaza de Armas de Temuco.
Estos espacios residuales florecen de la nada como
callampas entre los ofertones de ayer y de hoy, los carteles multicolores del
cielo que anuncian el milagro del Quick a $990, las piernas de jamón que te miran y ese queso
gigante que nunca comprará.
Allí, según se puede oír en conversaciones ajenas o vivir en
carne propia, sin explicación científica, de golpe y porrazo se experimenta
una mística desconexión con el elevado precio de los limones o con la promoción
lleve 3 y pague 2 paquetes de tallarines y se comienza hablar y reflexionar
sobre asuntos profundos como: la pubertad del hijo, el tipo de parto a escoger,
las cosas que nos faltan por vivir, el pueblo donde irse a vivir cuando viejos, que el
matrimonio ¿cuándo?, que uno no es nada sin dos, que eso de la media naranja no
existe, que sí, que el regalo de la madre, que la salud del padre, en fin.
La esencia profunda de muchas vidas se cruzan dando vuelta a las góndolas o a toda velocidad en la recta de los congelados,
mientras dos enamorados buscan excusas gastronómicas para pasar un viernes en la
noche en la cama y los carros pasan lentos como caballos viejos cargados de puntos
néctar por acumular.
El señor del aseo trapea por los pasillos los restos de las infidelidades,
las colillas de los secretos que no debían contarse, las migajas que se desprendieron
de los sueños y los despuntes de las verdades y mentiras que nos decimos.
Los
espacios residuales de los supermercados están cargados de polvo de estrellas y
el vacío que dejan las emociones humanas profundas cuando ya han sido vividas,
cuando ya son pasado.
En el ambiente suena suave la pista “caribe” del teclado de
ese señor de manos veloces que nos persigue desde la infancia en el Multimarket
de Torremolinos y que más temprano que tarde nos va a dar caza en algún pedido
de fin de mes o una simple compra del pan. Todo esto me hace sospechar que ni
los gerentes, ni los arquitectos ni los encargados de secciones de los
supermercados saben, o intuyen siquiera, que existe una secreta y compleja confabulación
entre el locutor de ofertas y el señor del piano para generar las pausas y los silencios en ese pentagrama de góndolas y congeladores donde se abren esas ventanas a la vida
profunda en los espacios residuales de los supermercados.
la espera en la fila del super nunca mas será lo mismo!!! entretenida y cotidiana columna!
ResponderEliminarOdio a los pendexs que juegan a la pelota en el super....con tal de que no molesten, los padres los dejan hacer lo que quieran...
ResponderEliminarAdemas de que les facilitan hacer algo que no es correcto...USAR ALGO QUE NO ES TUYO Y QUE ESTÁ DESTINADO PARA LA VENTA.
En general no me gustan los supermercados...extraño el recuerdo de ir donde la vecina a comprar 100 pesos de yerba mate y si no tenias plata los pedías FIADO. Sé que son necesarios, por lo menos una vez al mes como lo hacia mi madre hace 30 años....(UFFFFFFFFFF....toy anciano), donde yo y un séquito de niños nos íbamos al pasillo de los juguetes a "solo mirar", porque el presupuesto daba solo para los bienes de primera necesidad...si imagina que en esos tiempos ir a comprar al supermercado Las Brisas era un lujo de primera categoria...jajajajajjaj, y si donde tomabas un juguete, venia enseguida algun guardia o jefe de pasillo y con voz imperiosa te decia..."OYE CABRITO, LO VAS A COMPRAR O LO DEJAS AHI"....y tu cagado de miedo del viejo y ademas la posibilidad de que te acusaran y tu vieja te pegara su charchazo corto....
En fin...me salí del tema...pero fue un volon...
Saludos don Patexs
Muchas gracias Muriel.
ResponderEliminarSi esta columna logra ayudar a superar el tedio de algunos quehaceres cotidianos, aunque sea unos segundos, ya cumplió su objetivo, es tarea cumplida y un piropo para uno. Un abrazo.
Jajaja, buena Pablote.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con todo, los supermercados son tediosos, pero a veces uno se sorprende hablando o pensando cosas en serio allí, aunque yo también soy más de almacén, quedan algunos pocos acá.
Respecto a los niños que juegan a la pelota; cuando la pelota llega a mi, cuidadosamente de sus padres, le doy un puntete con máxima furia y sin medir consecuencias hacia otro lado (pero que quede entre nos), ja.
Saludos amigo.
Buena reflexion. Tantas historias, diferentes bolsillos, un abanico de pensamientos, animos, motivos, trabajadores y compradores que nos reunimos en el supermercado. Mezcla de consumismo , ralajo y necesidades basicas. Cambia la percepcion con los años (aunque no son tantos) y al leer tu columna. Gracias por compartir tu enfoque. Saludos
ResponderEliminarPatricia, gracias por tu comentario.
ResponderEliminarMaestros comprado el pan con mortadela lisa para almorzar, gente más sofisticada eligiendo vinos par la cena, uno comprando el café y el jabón para reponer, otra gente que pasea y termina comprando televisores, en fin, tiene su gracia el lugar por la diversidad de consumo y personas hay en esos lugares como bien tu dices. Otro tema es el estatus que te da ir a unos u otros. Y todo en unos galpones que son todo iguales, más o menos enchulados por fuera, pero galpones al fin. Uf, hay harto paño que cortar allí. Saludos