Arquitecto
@PatricioJaraTom
En medio de un ajetreado y gris cúmulo de personas, bocinas de micro y rayas que garabatean a mano alzada los postes del alumbrado sobre las fachadas del centro de Temuco aparece (o más bien desaparece) el Hotel Nicolás. El edificio está parado en la esquina, sobrio, discreto y reposado, como un sicario con un daga pequeña entre los pliegues de su abrigo.
Con sus tres estrellas no es más que una opción económica de
alojamiento en el centro, pero si se le mira con detalle, ese lugar, junto
a los sucuchos de papas fritas, las zapaterías de calzado plástico y las antiguas tiendas de telas, es un vestigio de buenos tiempos, una ventana al
diseño que se fue, un lugar que sin lujos se mantiene elegante con una arquitectura dotada de gracia y sencillez, que no tiene la necesidad
levantar la voz groseramente con juegos de agua y luces de neón.
Desconozco si por esos pasillos de piedra artesanal labrada
a mano o bajo esos umbrales de fierro forjado que adornan las puertas
interiores desfilaron artistas o famosos personajes. Ni tampoco sé si fueron
insuperables, en la época, las tertulias con pisco Control y Free que
disfrutaron nuestros conciudadanos en ese comedor de galácticos ventanales
inclinados hacia la calle que conforman, con su voladizo, una de las esquinas
más generosas del centro, donde los estudiantes y los ambulantes pueden capear
un rato la lluvia y el sol.
De lo que sí tengo certeza es que uno vuelve con gusto en el
tiempo cuando acaricia con sus ojos los pilares inclinados de su placa
comercial y el acceso al edificio, un volumen en volado revestido en una pálida
cerámica verde que es garantía de la placentera experiencia
del hombre en el buen espacio arquitectónico, lo que sólo puede asegurar “lo hecho
con conciencia y delicadeza” o, si se quiere, “lo hecho con más diseño que recursos”.
El interior del edificio evidencia el inevitable paso del
tiempo y una sucesión descoordinada de esfuerzos para no distanciarse de los mínimos
irrenunciables de la vanguardia. El espacio interior de hoy es un collage con
recortes de la artesanía de los materiales de la obra nueva del hotel del pasado
y las cerámicas hasta agotar stock de las actuales ampliaciones y enchulamientos
varios.
Pese a todo el hotel conserva la dignidad, la educación y el buen gusto de lo que no pasa de moda. Porque aun estando en la penumbra del siglo XXI, las texturas, las luces y las formas de los revestimientos cerámicos, el ritmo imperfecto de los ladrillos en sus muros y las horas de piedra picada con cincel y martillo, regalan a los ojos y las manos la posibilidad de jugar y no aburrirse con el espacio, como hacían nuestros ancestros cuando todo era más lento y tanto cable no era necesario.
Pese a todo el hotel conserva la dignidad, la educación y el buen gusto de lo que no pasa de moda. Porque aun estando en la penumbra del siglo XXI, las texturas, las luces y las formas de los revestimientos cerámicos, el ritmo imperfecto de los ladrillos en sus muros y las horas de piedra picada con cincel y martillo, regalan a los ojos y las manos la posibilidad de jugar y no aburrirse con el espacio, como hacían nuestros ancestros cuando todo era más lento y tanto cable no era necesario.
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